Crédito Tributario al Ingreso: el SII no es el villano
Julio Guzmán C. Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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Julio Guzmán C.
El cuestionado crédito “blando” para la clase media contiene un aspecto técnico interesante que ha pasado inadvertido: potencia el rol del Servicio de Impuestos Internos (SII) como ejecutor directo de la política social. Ese rol se podría potenciar aún más creando un Crédito Tributario al Ingreso similar al Earned Income Tax Credit (EITC), el cual existe hace varias décadas en Estados Unidos, Nueva Zelanda e Inglaterra, entre otros países.
El SII –junto con la Tesorería- cumple el rol de “malo de la película” cobrando impuestos. Para la mayoría de los trabajadores dependientes (75%) este servicio es lejano: casi no necesitan acercarse a él, ya que están exentos del impuesto a la renta y no reciben transferencias por parte del mismo.
La propuesta del Gobierno podría cambiar esta realidad. Los créditos blandos serían otorgados por la Tesorería, cobrándose sus cuotas a través del SII. El rol social de estos organismos se potenciaría al ser pagadores de beneficios, incluso saltándose a la banca. Así, el sistema tributario pasaría a ser parte de los “buenos de la película”, pues además de cobrar impuestos estaría ejecutando políticas sociales.
Esto abre la puerta para implementar un Crédito Tributario al Ingreso en Chile, transformándolo en el eje estructurante de las transferencias monetarias de nuestro “sistema” de protección social. Este crédito podría ser similar al EITC de EEUU, que otorga un crédito tributario a las familias de bajos ingresos que han tenido trabajos formales durante el año. Implica una transferencia monetaria que complementa los ingresos e incentiva la participación laboral, sobre todo de las mujeres (ver propuestas en Agostini et al., 2013, y en Hernando y Rubio, 2017).
Entre sus ventajas, este instrumento evita las “trampas de pobreza”, al incentivar la generación de ingresos autónomos de los más vulnerables. Esto no sucede, por ejemplo, con los bonos marzo, un posible ingreso básico universal o un ingreso familiar de emergencia permanente. Además, incentiva la formalización, no genera el estigma asociado a los programas sociales clásicos y tiene menores costos administrativos. Es superior a los subsidios al empleo como herramienta permanente de redistribución, pudiendo llegar a la clase media gradualmente en el tiempo.
Esta política es cara si queremos que sea efectiva. No es un programa más dentro de la ya saturada oferta de programas sociales: debe ser la columna vertebral de las políticas sociales y redistributivas de Chile. Esto requiere eliminar o reconvertir el conjunto de transferencias monetarias condicionadas y no condicionadas, así como bonos y subsidios existentes en la actualidad. Además, se debe articular con el Ingreso Mínimo Garantizado y con el Ingreso Ético Familiar, éste último enfocado en la extrema pobreza, donde la formalidad en el empleo sigue siendo una quimera.
Las crisis generan oportunidades. En este caso, se puede aprovechar el consenso actual sobre la importancia de ser rápidos y eficientes transfiriendo dinero a los más vulnerables. Puede ser el momento adecuado para “desprogramar” nuestras políticas sociales, pero aumentando los recursos puestos sobre la mesa.